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En Argentina, hablar de jubilación es sinónimo de incertidumbre, especialmente para emprendedores o trabajadores autónomos. Lo que antes era un premio al esfuerzo de toda una vida, hoy es apenas un alivio mínimo. El sistema previsional está en crisis desde hace décadas, cada nuevo parche lo confirma y el futuro no asoma demasiado prometedor. Para quienes tenemos menos de 50 años la jubilación como la conocíamos se terminó, el panorama que viene es cada vez más desafiante, hay situaciones que empeoran y una transición demográfica hacia una población cada vez más envejecida. Hoy, voy a hacer foco en el retiro y en qué podemos hacer para que exista un día después. Pasen y póngase cómodos, bienvenidos a una nueva edición de nuestro Newsletter mensual.

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¿Qué está pasando con el sistema?

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El sistema previsional argentino atraviesa un desgaste que no es coyuntural, sino estructural. Casi el 50 % de los 6 millones de jubilados de ANSES cobra la mínima, y necesitan bonos para alcanzar un ingreso digno. Los aportantes activos no llegan a duplicar a los jubilados (el cociente es peor si se agregan pensionados) lo que rompe el equilibrio básico del sistema de reparto que necesita al menos cuatro, y el combo se completa con una sociedad que tiende a una mayor cantidad de adultos mayores y menos jóvenes aportantes.

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La cobertura se sostiene con recursos del Tesoro, es decir, con impuestos generales, no sólo con aportes previsionales. Desde marzo de 2025 se eliminó la última moratoria previsional, lo que restringe el acceso a quienes no tengan los 30 años de aportes. El gasto previsional representa cerca del 10 % del PBI, un nivel difícil de sostener si no se reestructura el sistema.

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En 2015 nacían en el país unas 800.000 personas al año; hoy, apenas 400.000. La transición demográfica no implica solo más adultos mayores, sino también menos población joven. Es un cambio en la estructura etaria que impacta directamente en el número de personas en edad de trabajar. Este proceso, que Europa ya atraviesa, afectará de lleno a Argentina en las próximas dos décadas. Los números certifican que ya no es sostenible pensar que los jóvenes van a soportar las jubilaciones de las personas más viejas.

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La base contributiva se achica mientras el empleo informal crece: la mitad de los ocupados no aporta regularmente, ya sea como cuentapropistas o en empleos no registrados. Las moratorias extendieron derechos a millones de personas que no alcanzaban el requisito de años de aportes, pero también “achataron la pirámide”. Hoy, siete de cada diez nuevas jubilaciones combinan años cotizados con años “comprados” a crédito del Estado. El resultado: beneficios bajos para casi todos y una carga fiscal creciente sin ingresos suficientes. El principio de solidaridad –donde los trabajadores activos financian a los retirados– está en crisis. La pirámide demográfica, que antes tenía una amplia base de aportantes y un vértice pequeño de beneficiarios, se está invirtiendo y esa tendencia no es sostenible ni en Argentina ni en ningún lugar del mundo.

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Otra situación a contemplar es la informalidad laboral que lejos de ser estática, es dinámica. La mayoría de los trabajadores aporta algo, mucho o poco, pero igual no llega a completar los años. Solo el 30% de quienes llegan a la edad de retiro cumple con ese requisito; el 13% nunca aportó, y un 57% hizo aportes parciales. Ese grupo intermedio plantea un desafío clave: ¿qué tipo de protección debe ofrecerles el sistema?

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Las moratorias permitieron incluir a personas vulnerables, muchas de ellas trabajadoras informales. Sin embargo, esa medida no resolvió el problema de fondo. Cuando comenzaron, 5 de cada 10 jubilaciones se completaban con moratoria; en el último tiempo fueron 7 de cada 10. La situación empeoró. Así, quienes aportaron toda su vida reciben beneficios similares a quienes no lo hicieron, profundizando la percepción de injusticia.

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La situación financiera es crítica. ANSES, aun cobrando impuestos, solo recibe el 50% del dinero que necesita para pagar las prestaciones. Y el Fondo de Garantía de Sustentabilidad, que antes aseguraba 24 meses de pagos, hoy cubre menos de cuatro.

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¿Cómo reformar sin expulsar a nadie?

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En cuanto a posibles reformas, algunos expertos proponen calcular el beneficio en función de los años efectivamente aportados ya que solo el 30% de quienes llegan a la edad de retiro cumple con el requisito de aportes para jubilarse. Si cotizaste 15 años, te correspondería el 1,5 % de tu salario promedio por cada uno. Si estás por debajo de un piso mínimo, el Estado completaría la diferencia. Podría ser una de las soluciones.

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El esquema ideal combinaría un piso universal financiado con impuestos –como la Pensiòn Universal para Adultos Mayores, pero mejorado– y un beneficio proporcional a los aportes. Modelos como el español, que combina jubilación estatal con capitalización privada, o el uruguayo, que establece una prestación pública hasta un cierto ingreso y ahorro privado por encima de ese umbral, ofrecen referencias posibles.

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Pero la idea de esta descripción o serie de reflexiones no es deprimirla amiga o amigo lector, simplemente ayudarlos a pensar y a accionar, porque de eso se trata. Como les conté unos párrafos más atrás, en el actual contexto, depender sólo del Estado para financiar el retiro ya no es una opción segura como lo era antes. Y mientras el gobierno discute potenciales reformas, desde este humilde espacio les ofrezco una recomendación: pensar en un plan de retiro personal.

La idea es diseñar un esquema que complemente (o reemplace) el haber previsional con fuentes de ingresos propias y sostenibles.

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¿Qué puede incluir un plan de retiro?

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  •  Aportes voluntarios al sistema previsional (autónomos, monotributistas o como empleados).

  • Inversiones en instrumentos financieros: bonos, obligaciones negociables, fondos comunes, CEDEARs, criptomonedas (de acuerdo al perfil de riesgo de cada cual).

  • Bienes raíces con rentas futuras.

  • Ahorros programados en moneda dura. Desarrollo de activos productivos o negocios que generen ingresos pasivos.

  • Coberturas privadas (seguros de retiro, fondos de pensión privados, etc.)

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Armar un plan de retiro requiere tiempo, disciplina y estrategia. Cuanto antes empieces, menor será el esfuerzo mensual necesario para construir un capital que te permita vivir con dignidad y libertad en la etapa post laboral. Porque como dice una vieja frase "el mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años, y el segundo mejor momento es hoy".

 

¿Qué pasos podés dar hoy?

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1. Hacé un diagnóstico de tu situación previsional: cuántos años de aportes tenés (podes pedir una sábana de aportes en la sucursal de ANSES más cercana que tengas) para conocer cuánto sería tu haber estimado.

2. Establecé una meta: ¿cuánto necesitarías por mes para mantener tu estilo de vida actual al retirarte?

3. Calculá el capital necesario y fijá el horizonte de tiempo.

4. Elegí medios de ahorro e inversión adecuados a tu perfil.

5. Buscá asesoramiento profesional: contable, financiero y previsional

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El sistema jubilatorio estatal está dejando de ser una red de contención para convertirse en un ingreso mínimo de subsistencia. No se trata de alarmar o ser pesimistas, sino de tomar conciencia. Cada persona debería tener su propio plan de retiro. Porque la jubilación no debe ser una ruleta, ni un castigo, ni una promesa incumplida. Debe ser el resultado de una planificación inteligente, adaptada a cada realidad.

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La esperanza de vida se está estirando y se fragmenta en múltiples reinvenciones profesionales. Sin educación financiera, el riesgo es llegar a la tercera edad sin capital ni competencias para seguir generando ingresos. El reloj demográfico no se detiene y la caja previsional tampoco espera. Lamentablemente no queda otra que prepararse, para como reza el título de esta Editorial no haya que trabajar hasta el último de los días.

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